Detrás del espejo
El pasillo se hacía más largo con cada paso. No había ventanas, las puertas adornaban las paredes junto con el papel tapiz que no parecía de la época y dejaba espacios de pared sin cubrir. La oscuridad y el silencio eran inquietantes pero ella no sentía miedo y continuaba caminando, escuchando como si sus pasos fueran acompañados por otros, marcando un mismo compás. A pesar de su soledad no pareció importarle y continuó buscando el final de aquel pasillo sin prestarle atención a esos segundos pasos, estaba convencida de que esos ruidos eran tan insignificantes como las puertas que iba dejando atrás.
No sabía por qué caminaba pero estaba segura que quería llegar al final, aunque no estaba ansiosa por alcanzarlo. Con el tiempo, en el fondo, una pared se hacía más definida con cada paso, estando a un par de metros logró ver un pequeño espejo que colgaba de la última pared del pasillo. Casi llegando al final, el espejo reflejó su figura acompañada por una niña que la tomaba de la mano. La serenidad con la que había llegado hasta ese punto se convirtió en miedo al ver que junto a ella no había nadie, pero en el espejo la niña continuaba tomando su mano con fuerza.
Su propio grito hizo que despertara. Estaba jadeando, sudando, confundida pero aliviada por saber que aquellas imágenes eran sólo un reflejo inconciente. Se levantó de la cama, no era la primera noche en la que no podía dormir bien, sueños similares ya se habían presentado en las últimas semanas. El cansancio y el miedo supersticioso se habían empotrado en su cara: oscuras sombras bajo los ojos, sus mejillas rosadas habían tomado un tono pálido y sus pupilas estaban tan dilatadas, oscuras y profundas como los pasillos que veía en sus sueños, por lo menos eso le decía el espejo de su baño.
Volvió a su cuarto, observó la cama y una vez más resignó su cansancio apelando al desvelo. Fue a la cocina, hacía días que no comía y no salía de su casa (el clima tampoco ayudaba, hacia frío y llovía hacía unas semanas). La televisión y la radio no hacían más que estática. Se sirvió agua y como en esas últimas noches se sentó en su angosto sillón a leer. Al abrir el libro creyó que las palabras estaban más borrosas que la noche anterior, siendo que la noche anterior, había pensado lo mismo. –Debe ser por el cansancio- dijo en vos alta tratando de autoconvencerse. Luego de escuchar su voz (muy desgastada y casi imperceptible), levantó la vista del libro enfocándola en ningún lugar en especial y se dio cuenta que hacía mucho que no escuchaba su voz, pues claro está, hacía mucho que no hablaba con nadie. -Las líneas deben estar caídas y nadie en su sano juicio saldría a la calle con este frió- Pensó ella.
Cuando decidió volver al libro, escuchó una risa burlona, como de un niño o alguien pequeño que provenía de su cuarto. Despierta no era tan valiente como en sus sueños y no fue su primer impulso el ir a ver que sucedía en su habitación. -Esto de no dormir me está haciendo escuchar cosas- Se dijo en vos alta nuevamente, a modo de chiste con la intención de tranquilizarse por sus propios medios. Pero esto no pareció importarle a las risas que esta vez se escucharon más fuerte.
Unos grandes escalofríos la hicieron levantarse del sillón y dirigirse rápidamente a la puerta, quería irse de su casa lo antes posible. Tiró del picaporte, pero estaba cerrado con llave y su temor aumentó sabiendo que las llaves estaban en su dormitorio. Se sentó contra la puerta unos minutos, los suficientes para juntar coraje y olvidar las risas, que ya no se habían repetido.
Encaró el pasillo hasta su cuarto, al entrar notó que allí no había nadie. Eso no la tranquilizó, sino todo lo contrario, el temor a perder la cordura hizo que su respiración empezara a perder el ritmo. Tomó las llaves y cuando le dio la espalda al pasillo escuchó nuevamente las escalofriantes risas provenientes, esta vez, del baño. El miedo y la adrenalina no dejaron actuar a la razón y casi corriendo entró al baño, arrancó la cortina de la ducha pero allí tampoco estaba quien reía. Se dio vuelta para preguntarle al espejo qué es lo que le estaba pasando. Pero esta vez el espejo no le devolvió su imagen, sino que la mostraba a ella de espaldas mirándose al espejo y agarrando a una niña de la mano.
Gritando, volvió al comedor e intentó abrir la puerta del frente, tarea que no resultó fácil ya que no sólo le temblaban las manos sino que ahora las risas se escuchaban a su lado. Finalmente al abrir la puerta, no se encontró con la vereda de su casa, sino que extrañamente, cruzando la puerta volvió entrar a una casa idéntica a la suya pero simétricamente espaciada. Se dio vuelta y vio que tras la puerta por la que acaba de pasar se encontraban los muebles al revés de cómo estaban en la idéntica casa en donde ahora ella se encontraba. De ese lado no había risas, y por la ventana no se veía lluvia, los televisores estaban encendidos y mostraban imágenes, la única que no lograba hacer ruidos y ver su imagen en el espejo era ella. Pero de alguna manera, la niña siempre pudo verla.
**LauCHa**