Eran las 8 am y sonaba la alarma del celular. Adalberto, se paró de mala gana y lo apagó.
Acto seguido se sentó sobre su cama y se recostó. No daba más. Tenía ojeras violetas del tamaño de un pétalo y el insomnio lo había atacado de vuelta. Estaba solo en la casa, su papá trabajaba por la mañana.
En su intento de despavilización entró al baño y se mojó la cara. Evitó verse al espejo debido a que cada día estaba peor, tenia la piel más demacrada que nunca, culpa de un erróneo y desastroso manejo de un dermatólogo, que le costaría la vida.
Después de intentar bañarse y no poder hacerlo del dolor que le producia una gota de agua sobre la piel, fue hasta la cocina a “desayunar”.
Preparo un café con leche, y dos tostadas. N siquiera pudo terminar la mitad de una y no se termino el café. Estaba hecho un palo, cuando naturalmente era rellenito y cachetón. Sufría de principios de anemia.
Ese mismo lunes por la mañana tenía turno con el psicólogo. El día estaba lindo, anheló irse caminando hasta el consultorio, pero, se acordó del cansancio importante y que sus glóbulos blancos estaban en treinta mil en el último estudio, cuando lo normal para un adolescente de catorce años era cinco mil. Le era imposible caminar veinte cuadras. Así que decidió llamar un taxi.
Una vez llegado al consultorio, el psicólogo empezó con el interrogatorio.
Tito, no le cuestionaba nada al ‘doctor’, pero naturalmente, él no tenia intención alguna de hablar y le costaba demasiado hacerlo.
Como deducirán, Adalbertito no pegaba una hacia meses, le salia todo pero todo mal y estaba metido en un pozo del que no podìa salir.
Terminada la charla, que cesó con un juego de ajedrez, Adalbuchito se dirigió a lo de su abuela.
Dado que sus padres se habían separado hace muy poco y el vivía con su papá, ya que la relación con su madre nunca fue la aceptable, su abuela le servía de mucha contención. Era la única que de alguna manera podía ayudarlo en el momento que él lo necesitaba.
Al llegar, no pasó nada fuera de lo común. Su abuela, muy preocupada por la situación de mierda que estaba viviendo, trató de animarlo. Sacarle la cara de culo que tenía no era tarea facil y no logró hacerlo.
Al no tener una gota de pilas ni una gota de ganas de vivir, Adalbertinho intento de recostarse sobre la comoda cama de su abuela. Al instante recordo que cualquier contacto de su espalda con cualquier superficie era el equivalente a minutos de dolor extremo e inguantable, así que solo se conformo con estar sentado.
El reloj marcaba las 12.00 y por lo tanto, debia dirigirse a lo de su mamá, para otra dosis de estrés.
Una vez llegado, su mama lo recibio con un beso, beso que él recibió con mala gana.
Se sentó sobre la silla de madera de la pequeña casa y ahí se quedó.
Sin terminar de suspirar, su madre lo atacó diciendo que era un vago y nunca ayudaba en la casa.
– “Tu casa tiene un living de 4x4, una sola pieza de 3x3, vengo dos veces por semana y vos querés que ayude, porque no te vas a cagar, me tenés las pelotas por el piso” Pensó él, y se lo guardó. No le respondió.
Se paró, fue al baño hizo sus necesidades y sin querer dejó la toalla tirada. Volvió al pequeño living y su mamá le ordenó que ponga los platos porque esa misma mañana había ido a pagar las cuentas y estaba cansada.
–“Loco, sos docente y tenés dos cargos nomás, está bien que es difícil lidiar con pendejos pajeros que se rascan a cuatro manos, pero no sos gerente de aeropuerto, dejá de exagerar, sabés que no puedo hacer una mierda, ¿te pensás que me gusta estar así?” Y otra vez se lo guardó.
Mientras ponia los platos, su madre fue al baño y vio la toalla tirada, volvió y le reclamó a su hijo.
- SIEMPRE HACÉS LO MISMO, LA TOALLA SE ENSUCIA EN EL PISO- dijo a los gritos.
- Bueno, perdón loco, sos re exagerada, es una toalla nomás- dijo Adalberto con remordimiento por no animarse a decirle todo lo que pensaba.
- A MI NO ME CONTESTÁS, TE PENSÁS QUE SOY TU HERMANA ¿QUE ES ESO DE LOCO?, HABLÁME BIEN, MALEDUCADO- dijo la mamá muy enojada.
- TE CONTESTO LO QUE SE ME DA LA GANA - estalló.
En un vano intento de defenderse, Adalbuchi cruzó sus manos, pero el chirlo le dio de lleno en un hombro.
El dolor fue inmenso, se revolcaba del dolor y no daba más; lloraba como la puta madre.
Se metio en el baño y no salió hasta las 1.10, cuando debería partir hacia la escuela. Como de costumbre no comió, aunque su madre le mencionó varias veces que debía hacerlo.
Su mamá, pensando que tenía la razon y que la víctima de todo lo que pasaba era ella, se ofreció para llevarlo, pero entre escucharla discutir con su hermano menor por cualquier boludez o ir caminando optó por la segunda.
Con la mochila colgando, ya que no podía llevarla sobre la espalda po el dolor que le producía, llegó a la escuela.
Se percató de que todos lo miraban como si fuera el patito feo, y se dio cuenta que tenían mucha razón: no era para nada común ver a alguien así como estaba él, tan hecho mierda.
Entró al gimnasio y saludó a su grupito de amigos, se dio cuenta de que todos hablaban de la clase de gimnasia de esa mañana; a Adalberto le agarró un fuerte dolor en el pecho .Extrañaba inmensamente hacer deportes, y ni hablar de hacer vida normal.
Formaron, dijeron buenos días y entraron al aula.
Tenían hora libre y todos estaba contentos y sonrientes de la vida, juntados en grupo charlando, riéndose y disfrutando. Pero él estaba sentado en un rincón solo como loco malo.
Se percató de que unos chicos del fondo hablaban de él y lo miraban, se dio vuelta y uno le gritó. - “Che, un grano mas y sos portero eléctrico”
"Ja ja ja", resonaba en el aula. No sabía dónde meterse. Tenía mucha vergüenza, estaba rojo como un tomate.
Llegó el recreo y él se quedó en el aula, le daba mucha vergüenza salir. Le hizo compañía un amigo que no paraba de hablar boludeces y hacía chistes malos, a los cuales él respondia, sí, no, calláte.
Ademas de todo lo que le pasaba, estaba más solo que un perro, no se hablaba con sus amigos y estaba todo el dia en su casa, no salía hacía muuuuucho.
Pasó la hora y llegó el profesor de sociales.
Se juntaron e hicieron un semicírculo En los movimientos un individuo le toco el hombro acompañado de un: "¿Todo bien, Lanciotti?."
No supo dónde meterse. A diferencia de su casa, no podía gritar como un marrano del dolor. Solo se quedó con la cabeza gacha aguantándolo hasta que cesó.
Llegó el recreo y al igual que el otro, se quedo en el aula. Solo que ahora un grupo indeseado de chicos le hacía compañía.
-Che,¿por el cambio de clima te salieron mas pornocos? - escuchó que le decían.
Gracias a dios estaban él y el grupito ese en el aula.
Llegó la profesora de Orientación y trajo un trabajo aburrido, que supuestamente el ministerio lo puso a disposición.
Lo hizo sin ganas y mal, no veía la hora de irse y llegar a su casa.
Pasaron las horas, formaron y se despidieron.
Salió de la escuela y vio que un ford fiesta naranja lo esperaba en la puerta. Entró y se sentó.
Con una sonrisa, su papá lo saludó. Le preguntó cómo andaba, a lo que él le respondió con un seco "bien" (MENTIRA).
– “Tranqui, hijo, ya va a pasar, vas a ver que todo va a mejorar.” Le dijo con aire de esperanza.
Adalberto no respondió.
Llegaron a la casa y su papa le recordó que Lorenzo (Su doctor) le dijo que tenia que esforzarse a comer.
Otra vez, no respondió. Pero esta vez, porque estaba su papá, trató de comer. Como se imaginarán, no termino su chocolatada y suerte si probó dos galletias.
- “Adal: me voy, tengo reunión en servicop”. Le dijo su papá, mientras agarraba las llaves del auto.
"Solo, para variar", penso él.
- “Bueno, chau”
Escuchó el ruido de la puerta que se cerraba y entró en su pieza. Miró al vació. Miró sus manos. Cerró las cortinas y se fijó si no habia nadie. Al instante, rompió en llanto.
“Vida de mierda”, repetía una y otra vez, con lágrimas en los ojos.
No daba más. Estaba muy cansado. Nadie le daba pelota.
Ese 19 de Marzo, que decidió ir al dermatólogo y que este le recetó “Roacutan”. Nunca, pero nunca en su vida pensó que terminaría tan mal. No sabía qué hacer ni cómo hacer, pero habia tomado su decisión.
Con lágrimas en los ojos, tambaleando y exhausto entró en la cocina. Abrió el congelador y tomó una pequeña caja. En su frente, resaltado en letra azul, se leía claramente Roacutan.
Tiró la caja al piso y la pisó, la pisó y la pisó. Tomó las pastillas y las esparció por todos lados
- “Remedio de mierda”; “Me cagaste la vida”, “Hijo de putaaaa”, resonaba en la casa a grito pelado.
En ese mismo instante reinó el silencio. Atacaba la desolación. Se habia tranquilizado. Tambaleando y sin saber lo que estaba haciendo, abrió el cajon de la mesada. Tomó un cuchillo de carnicero. Lo miró fijamente. Estaba brillante, se reflejaba su cara en el metal.
La apuñalada en la panza le atacó el hígado.
Murió 7 horas después, desangrado.
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Es obvio que le cambié el final, si no no estáría aca para contarlo.
Me costó mucho leerlo, me temblaron las manos y se me pintaron un par de lagrimones.
Admito que, me da mucha vergüenza escribirlo, pero no sé, tenía que hacerlo.
Ojalá nunca les pase.