¿Qué es "La otra cosa"?
La consigna de escritura fue responder esta pregunta:
¿QUÉ ES/FUE Y SIGNIFICA/Ó "LA OTRA COSA"
Las respuestas:
La otra cosa es, fue, significa/ó un espacio de encuentro entre amigos que no lo eran y hoy y mañana sí. Una unión de palabras y sentimientos volcados en hojas blancas y/o coloridas, rayadas, cuadriculadas o no, donde brotan ideas y palabras bailando al compás de las musas convocadas. Un espacio distinto, ficticio y a la vez tan real, que apabulla.
Flor
La otra cosa es el telo donde la tinta le hace el amor al papel.
Julián
La otra cosa no fue, ES el mejor taller literario y no significó, significa: amigos, compañía, poesía, inspiración, diversión, rélax, música, garabatos, frases, oraciones, palabras, puntos, comas, en otras palabras, La otra cosa. Más claro, imposible.
Germán
Significa un recuerdo viviente en lo profundo de mi ser, porque adonde quiera que vaya, donde quiera que esté, y saque un pedazo de papel (para especificar, un trozo de servilleta) un diminuto lápiz que guardo y escriba sobre lo que siento, mis descarga, recuerde a aquellas personas en ese momento que va a persistir toda mi vida, voy a estar haciendo LA OTRA COSA.
Maia
Letras, música, dibujos, risas, llantos, gritos, susurros, silencios, velas, rélax, bestialidades, tortas de banana de 80 golpes.
Preguntas como: "¿Por qué Marcelo se fue a España?" y afirmaciones como "Wilson Flash, el policía que mataron." Declaraciones como: "Yo tengo una, pero no sé dónde ponerla."
No son todas, ni ninguna, ni esas, ni estas. Son las otras.
Citas: Lucas Lanciotti y Laucha
Laucha
Una tormenta de palabras que invadió/e constantemente mis días.
Es un diluvio de risas y hasta llantos, donde nada importa y todo importa. Es un camino exótico a lo otro, a lo inexistente o existente. Un camino a mí.
Es el viento rápidamente lento y suave, satisfactorio.
Es un océano de recuerdos.
La otra cosa es otra cosa, y la voy a extrañar. Y nunca la voy a saber describir con palabras precisas.
Vir
Recuerdo. En un mundo lejano, desgraciadamente muy lejano, solíamos juntarnos. ¿A qué?, dirán aquellos que buscan respuestas. “Juntarnos a”, diríamos nosotros. ¿Pero a qué?, repetirían. Y nosotros, como tantas otras veces, intentaríamos explicar.
Solíamos juntarnos a dormir. ¿A dormir?, dirían ellos. Sí, diríamos nosotros, a cerrar los ojos y ver lo que no podemos ver cuando los tenemos abiertos, a compartir nuestros sueños y nuestras pesadillas. Llevábamos a los sonámbulos a la cama o, mejor aún, los dejábamos vagar por la realidad con los ojos cerrados. Deambulábamos por ese mundo en el que todo lo extraño e imposible se vuelve normal.
Solíamos juntarnos a cantar. ¿A cantar?, dirían ellos. Si, diríamos nosotros, a crear música y vomitarla por los poros. Algunos con gemidos, otros con lamentos, otros afinados a más no poder, otros que solían olvidarse la letra, otros que prefieren escuchar, otros con gritos, aullidos, estornudos; partituras únicas. Y también estaba el director de orquesta. El nuestro, el mejor coro del mundo.
Solíamos juntarnos a viajar. ¿A viajar?, dirían ellos. Si, diríamos nosotros, a viajar sin rumbo y sin límites. Cada uno con varios pasaportes, bolsos vacíos, algunos simplemente se colaban en el avión. Nuestros destinos, inciertos en un principio, siempre eran hermosos (eso si no seguían siendo inciertos también en el final), pero la gracia estaba en los mapas. Al desplegar los mapas sobre la mesa, todos podíamos ver por dónde había ido el otro hasta llegar (o no) a destino. Muchos perdían su mapa en el camino, muchos visitaban miles de lugares en segundos, muchos hacían dedo, y esperaban a que un compañero lo levantase y le mostrase algún atajo interesante.
Solíamos juntarnos a cocinar. ¿A cocinar?, dirían ellos. Sí, diríamos nosotros, a buscar ingredientes, mezclarlos, experimentar y crear siempre los mejores platos. Nunca bien condimentados, nunca bien presentados, nunca con la servilleta haciendo juego con el mantel. Perfectos.
Solíamos juntarnos a actuar. ¿A actuar?, dirían ellos. Si, diríamos nosotros, porque ninguno se conocía hasta que el otro se presentaba. Y claro, como buenos actores, éramos un personaje distinto cada día. Los expertos eran varios personajes a la vez y, aunque algunos conservaban su papel, siempre había algo nuevo por descubrir. Todos los días éramos extraños que se encontraban y actuaban para los demás. Nunca se sabía cuando hablaba el personaje y cuando hablaba el actor. Éramos mil millones de personalidades en una pequeña habitación, el telón siempre abierto y el micrófono siempre disponible.
Solíamos juntarnos a tomar mate. ¿A tomar mate?, dirían ellos. Sí, diríamos nosotros, a preparar aquello que hace falta para crear lo más normal del mundo y luego agregarle el toque personal, como cáscaras de naranja o el agua súper recontrahirviendo. Luego a pasar el resultado, uno por uno, darles a todos una probada y dejar un gusto diferente en cada lengua. Compartir.
Pero principalmente, solíamos juntarnos. ¿A qué?, preguntarían ellos. A juntarnos, diríamos nosotros, porque no es lo mismo viajar, actuar, tomar mate, cocinar, cantar y dormir si uno está solo. Juntos es más divertido dejar de hacer todo eso para hacer algo nuevo. Juntarnos para hacer otra cosa. Para ser otra cosa.
AnisUn espacio mágico de los viernes. El tiempo se detenía y se respiraba otra cosa. la otra cosa seguirá cuando haya un lugar con alguna gente que quiera hacer con las palabras.
Lo que pasó acá con ustedes fue algo irrepetible, inusitado, increíble. Durante mucho tiempo, funcionamos como un solo cuerpo. Es muy muy difícil que eso suceda. pasa muy pocas veces en la vida. Sépanlo. ¡LOS ADORO!
Fela